Recuerdos del futuro

 


Laura A. Etcheverry (*)
Alfredo R. Palacios(*)

La insuficiencia actual de la educación primaria en la provincia misma de Buenos Aires, y con mayor razón en las demás Provincias de la República, es un hecho desgraciadamente muy cierto. [...]

En el número de los niños que se presentan cada año al salir de la escuela primaria, cuya enseñanza han apurado, para entrar a las clases preparatorias, sea de la Universidad Provincial, sea del Colegio Nacional, muchos hay que aun cuando satisfacen materialmente a las condiciones de admisión exigidas por los reglamentos, están sin embargo en la absoluta incapacidad de cursar con provecho las aulas del primer año de estudios preparatorios. Leen por lo general correctamente, pero sin entender, y la misma monotonía de su hablar fluido semejante a una oración rezada, denota la más profunda indiferencia al sentido de las palabras, que corren como agua de sus labios. Escriben a veces bien pero así como leen, sus páginas son unas planillas, que constan de una serie de palabras sin punto ni coma, lo más del tiempo sin ortografía, y siempre sin vínculo entre sí, ni significación en su mente. Sabrán multiplicar o dividir un número por otro; pero si se les pregunta cuánto valen veinte varas de un cierto género a razón de diecisiete pesos la vara no podrán decidir cuál de esas dos operaciones conduce a la solución de la cuestión. De todo lo demás no tienen idea ni remota ni confusa. Así es que en aquella clase preparatoria en que entran, todo les es nuevo y extraño; las más sencillas explicaciones importan para ellos unos misterios, unas profundidades, y casi brujerías. Las palabras del profesor hieren inútilmente su oído, sin penetrar hasta su espíritu.
Amadeo Jacques (1813-1865)
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La plena vigencia de lo expresado por Amadeo Jacques, en el texto que hemos tomado de su Memoria, presentada a la comisión encargada de elaborar un Plan de Instrucción Pública, General y Universitaria, en el año 1865, nos permite elaborar la reflexión siguiente:
  •  Las palabras del educador francés "han herido inútilmente el oído de la República, sin penetrar su espíritu". 
  • ¿Por qué nuestros niños de hoy "leen por lo general correctamente, pero sin entender [...] denotando la más profunda indiferencia al sentido de las palabras"?
  • ¿Por qué "escriben a veces bien pero así como leen, sus páginas son unas 'planillas', que constan de una serie de palabras sin punto ni coma..."? 
  • ¿Por qué, "sabiendo multiplicar o dividir un número por otro", preguntan: Señorita, ¿es de más o es de por?, "sin poder decidir cuál de esas dos operaciones conduce a la solución de la cuestión"?

El lenguaje como instrumento

Todo esto nos remite a considerar una vez más la importancia que tiene el lenguaje como elemento fundacional del aprendizaje. El lenguaje es, primeramente, un instrumento de toma de posesión del mundo. El lenguaje es convención; teniendo en cuenta que el hombre realiza el juego de sustitución del mundo real por el mundo convencional del lenguaje. El lenguaje es símbolo. No es el único, ya que nos movemos en una selva de símbolos. Es un símbolo entre otros, tal vez más fácil de comprender que los demás, pues nos sumergimos en él desde la primera infancia. El lenguaje fija el pensamiento porque lo traduce en palabras, lo hace real, lo transmite y lo comunica.

Por el lenguaje el niño conoce el mundo, se desprende poco a poco de lo concreto que lo sujeta. La palabra le permite liberarse de la influencia excesiva de las cosas. El objeto educa, pero la palabra educa aun más. No obstante, la palabra expresada sin apoyo concreto sería sólo verbalismo hueco. Únicamente será efectiva cuando esté unida a la acción y nazca de una necesidad del espíritu.

El término lenguaje no debe quedar restringido al área de la lengua. Es importante ampliar su sentido admitiendo que cada disciplina posee un lenguaje particular construido sobre la base de un sistema de signos y de reglas que le es propio. El acceso a la comprensión de la disciplina no puede realizarse sin el manejo previo del lenguaje instrumental. Hay que saber leer, escribir y hablar en matemática para lograr acceder a la disciplina matemática, así como hay que saber leer, escribir y hablar en castellano para acceder a la literatura de dicha lengua. A riesgo de caer en la obviedad, decimos que es necesario conocer el código cifrado de la música para poder interpretar correctamente una partitura.

¿Por qué el niño lee sin comprender lo que lee? ¿Qué se hace para remediar esta situación, aparte de decirle "lee tratando de comprender? Se le pide que sea autodidacta y que aprenda por sí mismo a leer comprendiendo al alumno que ha demostrado, precisamente, que no lo sabe hacer.

Con el mismo espíritu se le reclama que "estudie fijando las ideas importantes de la lección" pero no se le enseña a identificar esas ideas. Ingenuamente -¿ingenuamente?- se le pide que demuestre un teorema sin haberle enseñado cómo se hace una demostración, con qué se la construye y para qué.

Hay una zona fundamental previa al estudio de toda disciplina, y en ella está todo lo que corresponde al manejo de los instrumentos que le son propios. Pocos dudarán de que saber leer es una de las metas fundamentales de la enseñanza escolar, una de las habilidades prioritarias que hay que dominar porque es la base del aprendizaje y la puerta para la cultura. Pero es menester aclarar que tanto la lectura como la escritura comprometen un cúmulo de actividades que el sujeto debe realizar: comprender, sintetizar, traducir, construir, transcribir. Si estas actividades no están contempladas en el proyecto de aprendizaje, la única vía que queda al alumno para lograr los resultados exigidos por la escuela es la del ensayo-error-memorización, la cual ni siquiera es camino seguro. 

Nos dice Pablo Pizzurno: "... el 'quantum' importa menos que la calidad de la instrucción y ésta vale sobre todo por los hábitos mentales y morales que desarrolle.".

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Sabemos bien que, en el fondo, el éxito de la enseñanza depende de los hombres que la tienen a su cargo y no de la letra de los programas. El programa no es el fin de la escuela, sino un medio, sobre todo en los institutos normales que preparan maestros para la escuela primaria, vale decir, educadores y no transmisores de nociones concretas determinadas; el quantum importa menos que la calidad de la instrucción y ésta vale sobre todo por los hábitos mentales y morales que desarrolle.

Esta vulgaridad nunca será bastante repetida, puesto que continúa siendo olvidada. [...] Si el estudio que vale es el que se hace a conciencia, porque reposa sobre la observación directa de las cosas examinadas con toda la atención y el tiempo necesarios, es decir, si la cultura mental y la solidez de lo aprendido dependen del método que se emplee, no obliguemos, con exigencias excesivas, a pasar corriendo por sobre todas las cosas para poder "concluir" el programa. Que bajo la paja de las palabras sepan distinguir el grano de las cosas, como decía Leibniz.

Pablo A.Pizzurno(1865-1940)
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Los hábitos de indagación reflexiva

Una propuesta educativa excesiva en contenidos específicos, sin vinculación alguna manifiesta entre ellos, no pasará de ser un "mapa cultural" de islotes de información, pero de ninguna manera podrá ser considerada como un camino para la educación del pensamiento. Frente a dicha propuesta, nuestro alumno, en lugar de recurrir a su capacidad reflexiva para aprender racionalmente, buscará refugio en una débil memorización y tratará de zafar (término marinero que significa quitar los estorbos, librarse de una molestia). Pero la carga de la memoria acabará por ser mayor de lo que puede soportarse, porque le falta la comprensión de las conexiones que existen en lo profundo de lo que se ha aprendido. El producto final de un tal aprendizaje será inconexo y superficial. Este es el peligro del agujero de razono que amenaza a la escuela argentina.

En el campo de la comprensión de las ideas, un ejemplo nos servirá de guía. El reconocimiento de la necesidad de comprender la matemática es unánime, pero solamente de los labios para afuera: el hecho cierto es que el modo actual de comunicar a los alumnos la información matemática fracasa en la mayor parte de los casos. Basta preguntar al hombre de la calle si ha comprendido la matemática que aprendió en la escuela: la respuesta será que ha puesto en práctica las instrucciones de sus maestros, pero sin discernir nunca claramente el por qué y el cómo de las cosas. Entender cómo opera una técnica y comprender la esencia de la materia subyacente son, ciertamente, dos cosas distintas. En resumen: no por mucho calcular se razona más temprano.

Creemos necesario dejar claramente establecido que el camino para lograr la unidad de los distintos aprendizajes no se encuentra en el territorio de los contenidos sino en el que se podría llamar de los hábitos de indagación reflexiva.

Hay, seguramente, ciertas actitudes o procedimientos, en las ciencias y en la literatura, que pueden enseñarse desde los primeros grados y que tienen marcada importancia para la marcha del aprendizaje ulterior. En matemática, esta actividad tiene un nombre, heurística, y designa el estudio de reglas y métodos del descubrimiento y la invención. La inventiva o el arte de resolver problemas corresponde al dominio de la heurística. Debemos hacer notar que lo importante no es que algunos alumnos sean más capaces para resolver problemas que otros, sino que puede aprenderse a resolver problemas. Y si no se aprende es casi siempre porque no se enseña. En la escuela, se nos enseña qué pensar, pero no cómo hacer para pensar. Y esto ocurre no por ser el resultado de una conjura para ocultar los secretos del arte de pensar, inventar o descubrir, sino porque los hacedores de los programas escolares no consideran los procesos fundamentales que se aplican al resolver problemas tan importantes como para ser estudiados. Otra vez el agujero de razono.

Dice Pizzurno: "Sabemos bien que, en el fondo, el éxito de la enseñanza depende de los hombres que la tienen a su cargo y no de la letra de los programas". En un acuerdo total, te proponemos:

Modelo de clasificación

⚫ Los que llevan la vida a la cátedra. 

 Los que arrastran la cátedra por la vida.

 Los que piensan que el niño es un vaso que hay que llenar.

 Los que saben que el niño es un fuego que hay que alentar.

⚫ Los que suponen que educar es convencer. 

 Los que saben que educar es vencer. 

⚫ Los que confunden vocación con profesión.

⚫ Los que profesan su vocación.

⚫ Los que vocacionalmente profesan.

⚫ Los que confunden cultura con información.

⚫ Los que informan sobre la cultura.

⚫ Los que confunden la ingenuidad de los niños con la ignorancia.

⚫ Los que saben que el niño es el padre del hombre.

⚫ Los que creen en la clase auditorio.

⚫ Los que creen en la clase museo.

⚫ Los que creen en la clase taller.

⚫ Los que suponen que la escuela es una preparación para la vida.

⚫ Los que saben que la escuela es la vida misma.

⚫ Los que creen que el aula es un enseñadero.

⚫ Los que saben que el aula es un creatorio.

⚫ Los que saben que toda lección debe ser una respuesta.

⚫ Los que creen que los niños fracasan en la matemática porque no les gusta.

⚫ Los que saben que los niños no les gusta matemática porque sienten que en ella están fracasando.

⚫ Los que saben que si todos confunden educación con transmisión de ideas inertes, entonces parece que nadie esta confundido.

Amadeo Jacques y Pablo Pizzurno dos educadores ilustres, plantearon la temática que nos convocó en estas páginas. ¿Hablaban de futuro?, ¿comenta realidades de sus tiempos?, ¿o se referían a recuerdos?


(*)Laura A.Etccheverry es Profesora de Filosofía y Ciencias de la Educación. 
(*)Alfredo R. Palacios es Profesor de Filosofía, y Ciencias de la Educación. 

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