Acerca del pensar

Socrates, Leonidas Drosis ( Jardín de la Academia de Atenas)

 Alberto Gustavo Palacios (*)

Entre los ejes de la Capacitación docente 1995, se explicita el problema del conocimiento, proponiendo "una visión totalizadora ciertamente qué es lo que se busca acerca del conocimiento" (1).

Por lo cual es oportuno reflexionar acerca del pensar como forma de conocimiento específicamente humana. El desarrollo del pensamiento en la escuela, ha sido y es uno de los temas que recurrentemente aparecen en la bibliografía especializada y en el análisis de todos los miembros de la comunidad educativa.

Se ha planteado cómo enseñar a pensar en la escuela, expresión poco afortunada, ya que supone una contradicción en los términos: enseñar es un acto del educador que a través de signos sensibles ofrece el objeto a asimilar; pensar es esencialmente un acto personal que realiza el propio sujeto.

Pero más allá de cuestiones terminológicas , el problema realmente significativo es por dónde abordar la cuestión del pensar. Creo prudente dejarnos guiar por la sabiduría de los clásicos, en el presente caso por Platón, quien se enfrenta a una cuestión semejante: ¿Es enseñable la virtud?

"Sócrates- ...Sólo sé, en fin, que si quieres hacer una pregunta semejante (¿es enseñable la virtud?) a algunos de los de aquí, no habría nadie que no se ría y te conteste: Forastero, por lo visto me consideras un ser dichoso que conoce, en efecto, que la virtud es enseñable o de qué manera se alcanza; en cambio, yo tan lejos estoy de conocer si es enseñable o no, que ni quisiera conozco qué es en sí la virtud." (2)

Si pretendemos desarrollar el pensamiento de nuestros alumnos es necesario definir claramente qué es el pensar, porque no parece ser posible hallar algo cuando no se sabe ciertamente lo que se busca.

En el capítulo 8 de los CBC dedicados a la Formación ética y ciudadana, leemos: "La vida intelectiva: Lo que se piensa: Se refiere a los complejos procesos del pensar humano que incluyen la percepción, la memoria, la imaginación, el lenguaje." (3)

Esta caracterización merece algunas observaciones:

1) Se toma pensar como equivalente de conocer. El pensar aparece así como un concepto vacío que engloba toda forma de conocer: percibir, recordar, imaginar. Creemos necesario aclarar que conocer no es sinónimo de pensar.

2) Definir es delimitar, decir lo que el objeto es y distinguirlo así de todo otro objeto.
Percibir, recordar, imaginar, son operaciones propias del conocimiento sensible, no del conocimiento intelectual.

3) Si no se establece con claridad qué es el pensar, entonces: ¿Cómo promover el pensamiento en la escuela? ¿Qué estrategias utilizar?

El acto de pensar o de entender

El acto de pensar o de entender es aquél por el cual captamos los aspectos de las cosas que están más allá de lo sensible, es decir, es el acto por el que aprehendemos notas o características que no percibimos a través de los sentidos.

Por el intelecto comprendemos lo que el objeto es. Así, cuando descubrimos su naturaleza, establecemos relaciones abstractas, principios, causas, trascendemos lo sensible para situarnos en el ámbito inteligible. Como afirma Verneaux: "Las leyes científicas no son nada más que relaciones esenciales, descubiertas y afirmadas por la inteligencia". (4) 

¿Qué es lo que puede pensarse?

El entendimiento está abierto a la totalidad de lo real, de ahí que una de sus características sea la infinitud potencial. Esta capacidad se explica porque el entendimiento capta lo real en sí, independientemente de su ser para mí. Por esta razón se atribuye exclusivamente el pensar a la persona humana, ya que el animal sólo capta la realidad en orden a sus necesidades fisiológicas. El animal capta las cosas sólo con referencia a él mismo.

"... Que el agua sea potable depende de la situación orgánica de la sed y, por tanto, el agua es potable para mí en cuanto que sediento, pero que el agua es H2O no depende de mi situación orgánica. El agua es H2O en sí." (5)

La segunda característica del entendimiento es la reflexividad, es decir, la vuelta a pensar sobre sí mismo. Cuando decimos que podemos entender la totalidad de lo real se incluye al sujeto como realizador del acto.

El pensarse a sí mismo es la raíz de la libertad humana, ya que hace posible el elegir.
Esta interioridad lúcida, ilumina y discierne los actos a realizar, haciendo posible el elegir y elegirse.

El pensar encarnado

Un antiguo principio de la Teoría del Conocimiento establece que lo semejante conoce a lo semejante. Debe haber, pues, una adecuación entre la naturaleza del sujeto cognoscente y la del objeto conocido.

¿Cómo se manifiesta la naturaleza del hombre en el pensar?

1) El punto de partida son las cosas materiales.

2) El hombre sólo conoce directamente las cosas materiales, que por ser sensibles afectan o impresionan su corpopreidad.

3) Los conceptos que concibe el entendimiento son captados a través de imágenes, es decir, por medio de representaciones sensibles de las cosas materiales.

4) El concepto, que es universal y abstracto, permite entender lo real en cuanto que es aplicado a las cosas particulares y concretas. Volvemos a las cosas de las cuales partimos.



El proceso cognoscitivo para formar conceptos universales debe encararse en experiencias sensibles, desde las cuales la inteligencia pueda extraer lo que lo real tiene de inteligible. Uno de los problemas más graves en la educación del pensamiento es la tendencia al "angelismo", es decir, un pensar descarnado, iniciando el proceso de pensamiento partiendo de los conceptos y no de las cosas. Esto equivale a proponer una ciencia sin experiencia.

Ya Aristóteles, que afirmaba que sólo había ciencia de lo universal, llamaba la atención con tra esta falsa intelección del saber científico.

"La ciencia, por el contrario, se caracteriza por una certidumbre completa e inmutable. Sin embargo, la ciencia, según Aristóteles, no es ni pretende ser de otro modo que del sensible. En efecto: en primer término, parte de los fenómenos, y si no los toma por objeto, por lo menos encuentra su objeto en ellos, ya que las formas inteligibles se encuentran en lo sensible y no se separan de él." (6)

Para que el alumno logre un aprendizaje  significativo, es esencial que pueda llegar a comprender los conceptos; debemos, pues, brindarle los instrumentos que faciliten la intelección de dichos conceptos.

Estos instrumentos del pensamiento giran alrededor de dos ideas básicas:

1) Partir de experiencias concretas.

2) Permitir la comparación de los conceptos nuevos con conceptos ya suficientemente entendidos.

"Cuando le pedimos a un alumno que haga comparaciones lo colocamos en situación de tener que utilizar el pensamiento. Cuenta, entonces, con la posibilidad de observar diferencias y similitudes por la vía de los hechos o de la contemplación." (7)

En este sentido sugerimos aquí la utilización de modelos analógicos. La comparación o analogía permite descubrir la semejanza que ilumina el ser de las cosas; si éstas fueran absolutamente extrañas entre sí, el pensamiento vagaría perdido por el desconcierto. En la comparación, el pensar se encarna, echa raíces para poder desarrollarse y avanzar así en la comprensión del mundo.

Modelo analógico

En su Menón, Platón establece la siguiente comparación:

"...Entonces, si no es por la ciencia, no queda sino la buena opinión. Sirviéndose de ella los hombres políticos gobiernan los estados y no difieren en nada -en cuanto a saber se refiere- de los vates y adivinos. Pues, en efecto, también ellos dicen, por inspiración, muchas verdades, pero no saben nada de lo que dicen." (8)

¿Qué función cumple aquí la comparación? El objeto a indagar (la naturaleza del político), se entiende a partir de lo comparado (la naturaleza del adivino), y supone que el sujeto ya tiene una experiencia que le es propia (Menón ya conoce la naturaleza del adivino). Este modo de comparación permite así comprender una idea abstracta (el modo de ser de algo), en función de una experiencia anterior (un modo de ser ya conocido).

El fundamento de la relación está dado por el modo de saber que es común al político y al adivino. Al mostrar la semejanza entre el político empírico y el adivino, Platón los diferencia del ideal del político-filósofo.

La verdad es el denominador común de: el político filósofo, el político empírico y el adivino. La diferencia esencial entre ellos es el modo de acceso a dicha verdad.

La inspiración del adivino es conocimiento intuitivo, no fundado racionalmente, por ende, no puede dar razón de... En Homero la figura del adivino aparece encarnada por Tiresias.

Tiresias es ciego, por lo cual su captación de la verdad no es alcanzada por órgano o medio natural alguno. "Ve" lo que los demás no pueden ver. Es una forma de conocimiento que no se puede acceder por vía natural y que ni el propio adivino puede explicar. Aún cuando pueda llegar a aprehender la verdad, el ciego permanece en las sombras, Tiresias no ve el objeto.

El objeto se devela cuando sale de las sombras (esto no le ocurre a Tiresias), cuando el alma contempla claramente la naturaleza de la cosa. La verdadera ciencia (episteme), implica la visión de lo real (visión en sentido estricto). La inspiración brota espontáneamente, la episteme es una indagación metódica y fundada en la captación de la esencia (lo que la cosa es).

También el político empírico, como el adivino, llega a la verdad de una manera espontánea y casual (pero no causal), porque no contempla las esencias, porque permanece en las sombras como Tiresias.

Platón distingue así "la opinión verdadera" del saber epistémico; lo opinable del real saber. Por eso afirma, refiriéndose al político empírico y al adivino: "pero no saben nada de lo que dicen".

Pero la comparación no expresa identidad o igualdad matemática, es sólo descubrimiento de alguna característica común. La comparación no dice que esto es aquello, sino se parece a aquello, sin ser lo mismo. 

En este sentido es conveniente tener presente la advertencia de Shawn Glynn: "Un análogo puede utilizarse para explicar correctamente y aún para predecir algunos aspectos del concepto central. Sin embargo, llegando a cierto punto, toda analogía comienza a dejar de ser útil. Es ese punto en que pueden comenzar las conclusiones erróneas y las direcciones equivocadas." (9) 

Toda analogía supone semejanza y desemejanza; es, pues, conveniente mostrar a nuestros alumnos dónde deja de ser viable la comparación.

El conocimiento adivinatorio no es adecuado a la naturaleza de la praxis política, el arte de gobernar supone el saber epistémico, pues, debe estar sólidamente justificado para proveer al bien de la comunidad. No puede exigirse al adivino un saber de este tipo, por que es ajeno a la racionalidad, le es esencialmente diverso.

Cuando Platón hace decir a Sócrates: "Correctamente llamaríamos divinos (iluminados por los dioses) a los que acabamos de mencionar, vates, adivinos y poetas todos, y también a los políticos..."(10), se permite una ironía que Menón no percibe, pero que no escapa al lector, llama divino a quienes gobiernan sin saber las razones de sus decisiones, que se mueven en función de intuiciones oscuras que no pueden inteligir, es decir, como si todo su conocimiento hubiese sido otorgado por favor de los dioses, obran como por inspiración divina.


El modelo analógico y el pensar como proceso

El uso de la comparación o analogía en el proceso educativo se funda en la actividad intrínseca del que aprende, en la propia manera de pensar del sujeto educando. El percibir, el imaginar y el pensar no son actividades aisladas que se realizan separadamente; están interrelacionadas en el acto del conocimiento. No hay pensar sin imágenes. Por lo tanto,debemos, como educadores, utilizar instrumentos que sean acordes con el modo de aprender del discípulo.

Dice Aristóteles que las palabras extrañas no las comprendemos. En el mismo sentido, Henri Bergson afirma que los símbolos encubren lo real, nos dejan fuera de la cosa. La exigencia de una raíz sensible para configurar el concepto explica la utilidad de los modelos analógicos.

La comparación permite entender una idea abstracta en función de algo concreto y entender el objeto a partir de lo comparado. Volvemos entonces al principio ya enunciado: "lo semejante conoce a lo semejante", si el hombre es un ser encarnado, encarnada debe ser la actividad del pensar, porque el obrar sigue al ser. Dicho de otro modo: Hacer "ver" lo invisible a partir de lo visible. La comparación permite ver porque crea imágenes en las cuales el intelecto capta las realidades puramente inteligibles.

La comparación se torna así en un instrumento apto para dar claridad y precisión al pensamiento, que puede verse oscurecido por el lenguaje en que intenta trasladarse. 
Nuestros alumnos suelen extraviarse en la comprensión de signos lingüísticos que no pueden penetrar para llegar a la realidad que intentan significar. 

"Todo pensar científico está envasado en alguna lengua determinada, y se precisa un trabajo penoso -exactamente un trabajo científico- para liberarlo de ella, y la liberación no es posible más que por su trasiego a otras formas de expresión." (11)

En suma, la fundamentación teórica de la comparación como recurso metodológico es triple:

1) El mundo de las cosas: el mundo objetivo es un mundo relacionado y estructurado, el pensamiento no sólo establece relaciones, sino que descubre relaciones ínsitas en lo real. Esta interdependencia ontológica funda la validez de la analogía como un modo de iluminar las semejanzas dadas en las cosas.

2) Concepción del hombre: la esencial corporeidad constitutiva del ser del hombre exige la encarnación del pensar en la experiencia sensible.

3) Teoría del conocimiento: los conceptos se forman a partir de las imágenes sensibles, no hay conceptos sin imágenes.


Bibliografía citada

(1.) Curso de Capacitación docente. Módulo 0. Provincia de Buenos Aires.

(2.) Platón, Menón, Gredos. Madrid, 1983. T. II, pág. 284.

(3.) Curso de Capacitación docente, ob. cit.

(4.) Verneaux, Roger: Epistemología general. Barcelona, Herder, 1979, pág. 223. 

(5.) Arregui, Vicente y Choza, J.: Filosofía del hombre. Madrid, Rialp, 1992, pág. 281.

(6.) Hamelin, Octavio: El sistema de Aristóteles. Buenos Aires, Estuario, 1946, pág. 277.

(7.) Raths y otros: Cómo enseñar a pensar. Barcelona, Paidós, 1991, pág. 28.

(8) Platón, ob.cit., pág. 335

(9.) EL texto expositivo. (En: Muth Denise. Buenos Aires, Aique, 1991.)

(10.) Platón, ob. cit., pág. 336.

(11.) Vossler, Karl: Filosofía del lenguaje. Buenos Aires, Losada, 1957, pág. 241.

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(*) Alberto Gustavo Palacios es Profesor de Antropología Filosófica; Instituto Terrero de la ciudad de La Plata.


Tomado de:  LA OBRA. Revista de educación. La educación del pensamiento. № 7. Julio 1995. Buenos Aires : Ediciones La Obra.S.A.

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