UN PASEO MATEMÁTICO POR LA LITERATURA
Los textos elegidos –es muy complicado decidir entre los bellísimos escritos existentes– están ordenados por fecha de nacimiento de sus autores.
Hemos seleccionado dos autores que nos permiten mostrar la excelencia de la propuesta.
1. MIGUEL DE CERVANTES (1547-1616)
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| Miguel de Cervantes |
En el capítulo XVIII de la segunda parte de El Quijote, el protagonista enumera las ciencias que debe conocer todo caballero andante:
"Es una ciencia –replicó don Quijote– que encierra en sí todas o las más ciencias del mundo, a causa que el que la profesa ha de ser jurisperito y saber las leyes de la justicia distributiva y conmutativa, [...] ha de ser teólogo [...]; ha de ser médico; [...] ha de ser astrólogo, para conocer por las estrellas cuántas horas son pasadas de la noche, y en qué parte y en qué clima del mundo se halla; ha de saber las matemáticas, porque a cada paso se le ofrecerá tener necesidad dellas".
En el tiempo en que Sancho fue gobernador de la ínsula Barataria, tuvo que resolver complicadas situaciones que le planteaban sus "súbditos" buscando justicia, asombrando a todos con sus acertadas sentencias. Una de las más conocidas, es la siguiente paradoja lógica, que aparece en el capitulo LI de la segunda parte de El Quijote:
"Señor, un caudaloso río dividía dos términos de un mismo señorío (y esté vuestra merced atento, porque el caso es de importancia y algo dificultoso). Digo, pues, que sobre este río estaba una puente, y al cabo della, una horca y una como casa de audiencia, en la cual de ordinario había cuatro jueces que juzgaban la ley que puso el dueño del río, de la puente y del señorío, que era en esta forma: "Si alguno pasare por esta puente de una parte a otra, ha de jurar primero adónde y a qué va; y si jurare verdad, déjenle pasar, y si dijere mentira, muera por ello ahorcado en la horca que allí se muestra, sin remisión alguna". [...]
Sucedió, pues, que tomando juramento a un hombre, juró y dijo que para el juramento que hacía, que iba a morir en aquella horca que allí estaba, y no a otra cosa. Repararon los jueces en el juramento y dijeron: "Si a este hombre le dejamos pasar libremente, mintió en su juramento, y, conforme a la ley, debe morir; y si le ahorcamos, él juró que iba a morir en aquella horca, y, habiendo jurado verdad, por la misma ley debe ser libre". Pídese a vuesa merced, señor gobernador, qué harán los jueces con tal hombre.
15. EUGÈNE IONESCO (1909-1994)
Esta "nada lógica conversación" tiene lugar en la obra El rinoceronte:
– El Lógico (al Anciano Caballero): ¡He aquí, pues, un silogismo ejemplar! El gato tiene cuatro patas. Isidoro y Fricot tienen cada uno cuatro patas. Ergo Isidoro y Fricot son gatos.
– El Caballero (al Lógico): Mi perro también tiene cuatro patas.
– El Lógico: Entonces, es un gato.
– El Anciano Caballero (al Lógico después de haber reflexionado largamente): Así, pues, lógicamente, mi perro sería un gato.
– El Lógico: Lógicamente sí. Pero lo contrario también es verdad.
– El Anciano Caballero: Es hermosa la lógica.
– El Lógico: A condición de no abusar de ella. [...]
– El Lógico: Otro silogismo: todos los gatos son mortales. Sócrates es mortal. Ergo, Sócrates es un gato.
– El Caballero Anciano: Y tiene cuatro patas. Es verdad. Yo tengo un gato que se llama Sócrates.
– El Lógico: ¿Lo ve?
– El Caballero Anciano: ¿Sócrates, entonces, era un gato?
– El Lógico: La lógica acaba de revelárnoslo.
En La Lección, se describe una clase particular a domicilio de un profesor: el curso empieza con una lección de aritmética, cuando el maestro hace revisar a su alumna las reglas de la suma, que controla perfectamente. Después pasa a las restas, etc.
– Profesor: Pero exagera. Su temor es estúpido. Volvamos a nuestras matemáticas. […]
– Profesor: Bueno. Aritmeticemos un poco. […]
– Alumna: Si, señor. Uno,…, dos,… pues…
– Profesor: ¿Sabe usted contar bien? ¿Hasta cuántos sabe contar?
– Alumna: Puedo contar… hasta el infinito.
– Profesor: Eso no es posible, señorita.
– Profesor: Como usted quiera. Perfecto. Usted tiene, pues, diez dedos.
– Alumna: Si, señor.
– Profesor: ¿Cuántos tendría si tuviese cinco?
– Alumna: Diez, señor.
– Profesor: ¡No es así!
– Alumna: Si, señor.
– Profesor: ¡Le digo que no!
– Alumna: Usted acaba de decirme que tengo diez.
– Profesor: ¡Le he dicho también, inmediatamente después, que usted tenía cinco!
– Alumna: Pero ¡no tengo cinco, tengo diez! En un momento dado, el profesor interroga a la alumna sobre la multiplicación:
3.755.998.251 x 5.162.303.508 (=19.389.602.947.179.164.508).
– Alumna (muy rápidamente) Son diecinueve trillones trescientos noventa mil billones dos mil ochocientos cuarenta y cuatro mil doscientos diecinueve millones ciento sesenta y cuatro mil quinientos ocho.
– Profesor (asombrado) No. Creo que no es así. Son diecinueve trillones trescientos noventa mil billones dos mil ochocientos cuarenta y cuatro mil doscientos diecinueve millones ciento sesenta y cuatro mil quinientos nueve.
– Alumna: No, quinientos ocho.
Se equivocan la alumna y el maestro ¿lo hace a propósito Ionesco? La continuación es inaudita: para explicar sus extraordinarias aptitudes, la alumna confiesa: "Es sencillo. Como no puedo confiar en mi razonamiento, me he aprendido de memoria todos los resultados posibles de todas las multiplicaciones posibles".
Recomendamos a nuestros estimados lectores:
👉Un paseo matemático por la literatura , Marta Macho Stadler. Revista Sigma, Año 2008, Número 32, Pág. 173-194.
👉Borges algunas veces matematiza. Estrategias codisciplinarias. Lengua y literatura - Matemática - Filosofía. Alfredo Raúl Palacios y José María Ferrero, 2008, Buenos Aires: Grupo Editorial Lumen.






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