Observa, analiza y compara: Algunos sueños

M. C. Escher. Autoretrato. 1948

La única realidad que conocemos es nuestro espacio tridimensional. La bidimensional, así como lo tetradimensional, son puras ficciones: nada es perfectamente plano, ni siquiera el espejo más finamente pulido. Pero incluso si nos atenemos a la convención de que una pared o una pieza de papel son planas, no deja de sorprender que representemos sobre esas superficies —como si se tratase desde siempre de la cosa más natural del mundo— ilusiones de espacios tridimensionales.
¿No es un poco absurdo trazar unas cuantas líneas y afirmar: esto es una casa?

M.C. Escher. Manos Dibujando.
Litografía, 1948

Una hoja de papel se halla fijada con unas chinchetas a un soporte. La mano derecha está ocupada en pintar la manga de una camisa. Todavía no esta lista, pero un poco más a la derecha ha terminado ya una mano izquierda con tal lujo de detalles que se ha levantado de la superficie y como una mano real dibuja a su vez la manga de la que sale la mano derecha.

Tomado de:  M.C. Escher . (1991). Estampas y dibujos, Berlín, Benedikt Taschen.

 SUEÑA ALONSO QUIJANO

El hombre se despierta de un incierto. 
Sueño de alfanjes y de campo llano
Y se toca la barba con la mano
Y se pregunta si está herido o muerto,
¿No lo perseguirán los hechiceros
Que han jurado su mal bajo la luna?
Nada. Apenas el frío. Apenas una
Dolencia de sus años postrimeros.
El hidalgo fue un sueño de Cervantes
Y don Quijote un sueño del hidalgo. 
El doble sueño los confunde y algo 
Está pasando que pasó mucho antes.
Quijano duerme y sueña. Una batalla:
Los mares de Lepanto y la metralla.

Tomado de Borges, J.L. (1974). Obras Completas. Buenos Aires: EMECÉ .

“El Bibliotecario” de Giuseppe Arcimboldo, 1566

DE LEWIS CARROLL

[...]Tras una pausa, Alicia empezó:
—¡Bueno! Ambos eran personajes muy desagradables... aquí se detuvo con cierta alarma, al oír algo que sonaba como el bufido de una gran máquina de vapor en el bosque próximo, aunque temió que se pareciera más al de una bestia salvaje—. ¿Hay leones o tigres por acá?preguntó temerosamente.
Es sólo el Rey Rojo que roncadijo Tweedledee.
Ven a verlo!gritaron los hermanos. Cada uno tomó una mano de Alicia y la condujeron adonde el Rey dormía.
¿No es un espectáculo amoroso?dijo Tweedledum.
Honestamente, Alicia no podía decir que lo fuera. El Rey tenía puesto un gran gorro de dormir rojo, con una borla, y yacía acurrucado en una especie de montón informe, roncando vigorosamente... "Como si fuera a despedir su cabeza en un ronquido", según señaló Tweedledum.
Temo que se resfríe, sobre la hierba húmeda dijo Alicia, que era una niñita muy previsora.
Ahora está soñando dijo Tweedledee—. ¿Y con qué crees que sueña?
Nadie puede saberlodijo Alicia.
— ¡Vaya! ¡Sueña contigoexclamó triunfal Tweedledee, batiendo palmas .Y si dejara de soñar contigo, ¿dónde supones que estarías?
Donde estoy ahora, por supuesto dijo Alicia.
¡No! replicó desdeñosamente Tweedledee—.No estarías en ningún lado. ¡Sólo eres algo en su sueño!
Si el Rey fuera a despertarse agregó Tweedledum, te esfumarías... bang!... ¡como la llama de una vela!
—¡No me esfumaría! se indignó Alicia. Además, si yo sólo soy algo en su sueño, ¿qué son ustedes, quisiera saber?
Idem dijo Tweedledum.
—¡Idem, idem!gritó Tweedledee.
Tan fuerte lo gritó, que Alicia no pudo evitar decir: —¡Chist! Temo que lo despertarán si hacen tanto ruido.
Es inútil que tú hables de despertarlo dijo Tweedledum— cuando no eres más que una cosa en su sueño. Sabes muy bien que no eres real. 
—¡Soy real! dijo Alicia, y se puso a llorar.
No te vas a hacer ni un poquito más real llorandoobservó Tweedledee . No hay por qué llorar. 
Si no fuera real dijo Alicia, riendo un poco a través de las lágrimas, tan ridículo parecía todo, no sería capaz de llorar.
¿Espero que no supondrás que esas lágrimas son reales? interrumpió Tweedledum, en tono de gran desprecio.
"Sé que están diciendo disparates pensó Alicia— y es tonto llorar por eso. "Por lo tanto, dejó de lado las lágrimas [...]

Tomado de Carroll, L.(1968) A Través del Espejo. Buenos Aires: Editorial Brújula

LA PRUEBA

Si un hombre atravesara el Paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado ahí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano. . . ¿entonces qué?

S. T. Coleridge

EL SUEÑO DE CHUANG -TZU

Chuang-Tzu soñó que era una mariposa y no sabía al despertar si era un hombre que había soñado ser una mariposa o una mariposa que ahora soñaba ser un hombre.

Hebert Alien Giles: Chuang-Tzu

EL CUENTO SOÑADO

¿... Y si, como yo soñé haber escrito este cuento, quien lo lee ahora simplemente sueña que no lo lee?

Alvaro Menén Desleal: Cuentos breves y maravillosos

DE SUEÑO

 —No soy un hombre real. No soy un hombre como los otros, un hombre con huesos y músculos, un hombre generado por hombres. Yo soy —y quiero decirlo a pesar de que tal vez no quiera creerme— yo no soy mas que la figura de un sueño. Una imagen de Shakespeare es, con respecto a mí, literal y trágicamente exacta: ¡Yo soy de la misma sustancia de que están hechos los sueños! Existo porque hay uno que me sueña, hay uno que duerme y sueña y me ve obrar y vivir y moverme y en este momento sueña que yo digo todo esto. Cuando ese uno empezó a soñarme, yo empecé a existir; cuando se despierte cesaré de existir. Y soy una imaginación, una creación, un huésped de sus largas fantasías nocturnas. El sueño de este uno es tan intenso que me ha hecho visible incluso a los hombres que están despiertos. Pero el mundo de la vigilia no es el mío. Mi verdadera vida es la que discurre lentamente en el alma de mi durmiente creador. 

Giovanni Papini

 Tomado de Valadéz, E. (1976). El libro de la imaginación.  México: Fondo de cultura económica.

SHERLOCK HOLMES por Jorge Luis Borges*

No salió de una madre ni supo de mayores.
Idéntico es el caso de Adán y de Quijano.
Está hecho de azar. Inmediato o cercano
lo rigen los vaivenes de variables lectores.

No es un error pensar que nace en el momento
en que lo ve el amigo que narrará su historia
y que muere en cada eclipse de la memoria
de quienes lo soñamos. Es más hueco que el viento.

Es casto. Nada sabe del amor. No ha querido.
Ese hombre tan viril ha renunciado al arte
de amar. En Baker Street vive solo y aparte.
Le es ajeno también ese otro arte, el olvido.

Lo soñó un irlandés, que no lo quiso nunca
y que trató, nos dicen, de matarlo. Fue en vano.
El hombre solitario prosigue, lupa en mano,
su rara suerte discontinua de cosa trunca.

No tiene relaciones, pero no lo abandona
la amistad de aquel otro, que fue su evangelista
y que de sus milagros ha dejado la lista.
Vive de un modo cómodo; en tercera persona.

No va jamás al baño. Tampoco visitaba
ese retiro Hamlet, que muere en Dinamarca
y que no sabe casi nada de esa comarca
de la espada y del mar, del arco y de la aljaba.

Omnia sunt plena Jovis. De análoga manera
diremos de aquel justo que da nombre a los versos
que su inconstante sombra recorre los diversos
dominios en que ha sido parcelada la esfera.

Atiza en el hogar las encendidas ramas
o da muerte en los páramos a un perro del infierno.
Ese alto caballero no sabe que es eterno;
resuelve naderías y repite epigramas.

Nos llega desde un Londres de gas y de neblina,
un Londres que se sabe capital de un imperio
que le interesa poco, un Londres de misterio
tranquilo, que no quiere sentir que ya declina.

No nos maravillemos. Después de la agonía,
el hado o el azar (que son la misma cosa)
depara a cada cual esa suerte curiosa
de ser ecos o formas que mueren cada día.

Que mueren hasta un día final en que el olvido,
que es la meta común, nos olvide del todo.
Antes que nos alcance, juguemos con el lodo
de ser durante un tiempo, de ser y de haber sido.

Pensar de tarde en tarde en Sherlock Holmes es una
de las buenas costumbres que nos quedan. La muerte
y la siesta son otras. También es nuestra suerte
convalecer en un jardín o mirar la luna.

*Para La Nación - Buenos Aires , domingo 10 de junio de 1984.

Estatua de Sherlock Holmes en Picardy Place,
Edimburgo, lugar de nacimiento de Arthur Conan Doyle
.

TAMBIÉN SOÑÓ EDGAR ALLAN POE ...

Chevalier Auguste Dupin, normalmente conocido como C. Auguste Dupin, es un detective de ficción creado por Edgar Allan Poe. Dupin hizo su primera aparición en ”Los crímenes de la calle Morgue” (1841) de Poe, considerado el primer relato policial. Vuelve a aparecer en “El misterio de Marie Rogêt” (1842) y en “La carta robada” (1844).

Dupin no es un detective, pero es descrito como una persona muy interesante y sus motivaciones para resolver los misterios van cambiando a través de los tres relatos. Haciendo uso del raciocinio, combina su considerable intelecto y creatividad ya vista en el nombrado libro, incluso poniéndose a sí mismo en la mente del criminal. Estos talentos están tan desarrollados que parece leer la mente de su acompañante, el narrador anónimo de las tres historias.

Poe creó a Dupin incluso antes de que fuera conocido el término detective. No se sabe a ciencia cierta qué lo inspiró, pero el apellido Dupin parece provenir del inglés duping, engañar o timar. Este personaje sentó las bases para la creación de nuevos detectives ficticios, incluyendo a Sherlock Holmes y Hércules Poirot, y estableció los elementos más comunes del género policial clásico.

Auguste Dupin, realizando una inteligente maniobra,
 en una ilustración de The Purloined Letter (1844).

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