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Kurt Spang pinta con palabras
El grabado en verso
[...] llamo «pintar con palabras» para comentar un poema que se caracteriza por el afán de reflejar el mensaje pictórico de un cuadro y a la vez por el de imitar verbalmente la hechura de un cuadro y una técnica pictórica específica; a saber, la que utilizó Durero en sus grabados. Me pareció interesante e ilustrativo compararlo, dentro de la misma categoría pero con otra perspectiva, a través del análisis de un texto albertiano sobre una obra de un pintor coetáneo de el Bosco pero de hechura y temática diametralmente opuestas. El poema alude a dos grabados de Durero y trata de poetizar una técnica pictórica muy alejada sino opuesta a la del Bosco. En estos versos Alberti logra imitar admirablemente una destreza en la que Durero alcanzó cumbres insospechadas. Consiguió plasmar una especie de grabado en verso.
Durero
por la luz, que domeña
El poema consta de seis redondillas heptasilábicas que ya en su estructuración métrica proporcionan la impresión de un estricto orden y equilibrio. La misma brevedad del poema es una referencia a las dimensiones de las obras esbozadas que oscila entre los 25 de altura y 19 cm de anchura. El Durero de Alberti es uno de los poemas pictóricos que evocan expresamente dos cuadros, más precisamente, dos grabados de Durero creados entre 1513 y 1514: Melancolía I y Caballero, la Muerte y el Diablo realizados con la técnica del buril sobre plancha de cobre. Los estudiosos los mencionan siempre en compañía con San Jerónimo en su gabinete como trilogía de las llamadas Estampas Maestras de Durero. Naturalmente los renglones de los versos no pueden imitar cabalmente las líneas curvas de un grabado pero sí su cambiante colocación paralela; hasta el blanco y negro de la tipografía puede entenderse como alusión a esta técnica particular y tan variada. Además el equilibrio de rimas, versos y estrofas crean una atmósfera de sosiego, casi de tristeza como la que emana de los propios grabados. Una de las características más llamativas de estas obras es la presencia de numerosos símbolos alegóricos, es, como dice Alberti, una «misteriosa escritura» a la que tampoco le falta la «tristeza» y el «desasosiego». La primera estrofa del poema resume magistralmente la impresión que causa a los ojos la técnica de estos grabados:
Es admirable lo que el grabador consigue solo con la yuxtaposición de líneas negras «la mano que desgreña / en orden el grabado». Alberti lo califica como «desgreñar en orden», un oxímoron que re-sume con acierto los efectos de esta técnica; las múltiples líneas confluyen en la representación de una imagen coherente. El poeta lo consigue con igual acierto a través de la yuxtaposición ordenada y equilibrada de versos y estrofas homogéneos que corresponden a las líneas del grabado, al «hilo a hilo», al «lenguaje lanzadera» y a la «tristeza del estilo / sin pausa que burila». Alberti presta la imagen del hilo y de la lanzadera al lenguaje de los tejedores aunque en realidad los hilos del grabado son infinitamente más complejos, sobre todo en la obra de Durero que es considerado maestro destacado.
Los versos de la segunda estrofa «a caballo la Muerte / por una selva oscura», aluden indudablemente al grabado Caballero, la Muerte y el Diablo, ya lo señala la mayúscula que le pone Alberti a la muerte. Llama la atención la acumulación de las vocales bajas u, o y a en esta estrofa que en unión con la carga semántica de «misteriosa», «irrumpe», «fuerte», «muerte», «selva» y «oscura» crea un clima de amenaza y zozobra tan característico de este grabado, de un «drama que se perfila». El caballero que simboliza la vida activa, la disposición y la iniciativa emprendedora es amenazado por la muerte y por el horripilante diablo que intenta desviarle del buen camino en la «selva oscura». Es lo que le confiere «tristeza» y sigilo tanto al grabado como al poema. Se crea una tensión porque tanto el pintor como el poeta no revelan el expediente de este reto que se convierte en una alusión al reto universal al que están expuestos todos los hombres.
La cuarta y la quinta estrofa se dedican enteramente a la evocación de la técnica del grabado, al «lenguaje lanzadera»:
Ya comenté la procedencia del «lenguaje lanzadera» aunque habría que detenerse un poco en esta metáfora refinada que compara las líneas del grabado con los hilos del tejedor y a la vez los equipara con las palabras que son los «hilos» del poeta; y amplía la imagen comparando las líneas con «rúbricas que se pierden»; la yuxtaposición de líneas que forman una imagen y son además una representación reveladora de las rayas y los surcos que elabora el grabador y que terminan en las «sombras que muerden / el cobre y la madera».
He aquí una imagen altamente poética de la técnica del grabado que en la siguiente estrofa se equiparará además con una «pitagórica trama», una filosófica y matemática confabulación paradójica porque produce un «calmo desasosiego». ¿Cómo es posible que una yuxtaposición ordenada de trazos produzca una imagen significativa? ¿Cómo es posible que el estatismo inherente a los cuadros sugiera dinamismo? El reto es yuxtaponer rayas de tal forma que nazca una imagen que hace olvidar al espectador la existencia de estas rayas y componer imaginativamente el dibujo de una persona, un animal o una planta, un objeto cualquiera. Es decir, el receptor, con ayuda de sus preconocimientos, sus ‘prejuicios’ como diría Gadamer, «recompone» el conjunto de líneas con-creando con el artista. Algo parecido ocurre al lector del poema que colabora con el autor llenando las palabras con un significado personal y a la vez universal imaginándose incluso el significado que pueda tener la selección de las palabras, las letras que las componen y su colocación métrica y tipográfica en el texto. El dinamismo de un poema ciertamente se puede sugerir con la palabra, pero su «realización» mental es obra del lector. Del mismo modo la imaginación del receptor también es retada para descubrir el movimiento en unas representaciones pictóricas de por sí forzosamente estáticas. Si no es capaz de «añadir» el movimiento a la representación de unos caballos supuestamente en marcha, de un perro corriendo o de un lagarto arrastrándose, como ocurre en el grabado del Caballero, la Muerte y el Diablo no surgirá en su imaginación la impresión de dinamismo.
Si se compara esta obra con el grabado del la Melancolía se observa claramente que en este cuadro la intención de Durero es crear un clima de quietud, casi de somnolencia. Aunque tanto la Melancolía como el ángel, —«ángel pensativo» lo llama Alberti— tienen alas para poder moverse están quietos e inmóviles, hasta el perro parece estar sumido en un sueño profundo. Alberti califica a Durero de «pintor en cirugía» añadiendo además dos aspectos que designan exactamente las cualidades necesarias para conseguir estos efectos, es «paciente inquisitivo». Como ocurre también en otros poemas aquí Alberti cambia con el «tú» del penúltimo verso su perspectiva de mero observador a evaluador de la intención pictórica de Durero; se dirige obviamente al pintor pero lo hace equiparándole con una de sus figuras: «el ángel pensativo / de la Melancolía»
Tomado de: Spang, K. ( 2017). Pintar con palabras. Sobre la pintura de Rafael Alberti. Instituto de estudios auriseculares. (Idea). Colección «Peregrina», 4. New York, IDEA/IGAS.
Melancolia I. Grabado. Alberto Durero. 1514 |
El famoso grabado Melancolía I (1514. 240x188 cm. Bibliotèque de France) del artista alemán Albrecht Durero (1471 - 1528) representa a un misteriosos ángel desolado. Según una de las interpretaciones más difundidas, se trata del propio artista, quien posee la destreza para realizar una obra pero depende del soplo de la inspiración, que en este caso no llega hasta él. Está rodeado de objetos matemáticos, símbolos de esa destreza: un poliedro, una esfera, un compás y un cuadrado mágico (4x4) en la pared. Veamos este cuadrado con más detalle:
En este cuadrado Durero usa, sin repeticiones, todos los números de 1 a 16. Las sumas verticales, horizontales y diagonales suman siempre el mismo número (34). Además hay otras combinaciones de cuatro números que también suman 34; por ejemplo, los cuatro números en el centro y los cuatro de los vértices del cuadrado. En las dos casillas centrales de la fila inferior podemos leer la fecha de la obra: 1514.
A su vez, el poliedro del fondo del grabado, que vemos recreado por un moderno escultor en la imagen de la izquierda, es el llamado romboedro truncado. Se trata de un poliedro semiregular obtenido a partir del romboedro por truncamiento de dos de sus vértices diagonalmente opuestos. Cabe observar que los ángulos de las caras del romboedro de origen no son rectos; razón por la cual no es un cubo.
Tomado de: https://matematicasentumundo.es/ARTE/durero.htm
Rafael Alberti, "Durero"
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