Un oasis temporal para pensar
Mis hijos sostienen que los egresados de la escuela secundaria saben menos que los que egresaban en la época de ellos; yo a mi vez recuerdo que en esa misma época mi opinión era que mis hijos y sus compañeros sabían mucho menos que los de mi propia época; y creo recordar (a través de la niebla de los años) que mis padres y mis profesores hacían una comparación análoga entre mis saberes y los suyos. Como los peritos en progreso aseguran que ha habido un adelanto fantástico entre el momento en que mis padres eran adolescentes y el actual, parece evidente que el progreso consiste en un aumento sostenido de la ignorancia. El día en que la civilización humana domine la galaxia, los egresados de la escuela secundaria no sabrán absolutamente nada y concurrirán a las universidades para aprender a leer y escribir, cosa que ya está ocurriendo en alguna medida, aunque sin éxito. Como el progreso es irremediable, la prudencia parece indicar que no vale la pena hacer nada. Pero la prudencia no es la mejor consejera. Alejandro Magno, Juana de Arco, Beethoven, Picasso y Einstein fueron muy imprudentes. A nosotros, comunes mortales, nos corresponde una imprudencia moderada. Pero a lo mejor habría que ser mucho más imprudente y volver a las fuentes enseñando gramática, teoremas, interpretaciones filosóficas e históricas serias en la escuela secundaria. O sea, resolver el problema de fondo. Pero entonces aparecerían los ideólogos: que hay que escribir como se habla, que la matemática útil es resolución de problemas sin teoría, que la historia que interesa es la del presente y por tanto en vez de libros hay que leer los diarios, que en realidad no hay que enseñar nada sino esperar que el alumno descubra todo. Y los otros ideólogos: que la democracia exige que todos aprendan lo mismo y al mismo ritmo o que los derechos humanos habilitan al alumno a recurrir a la Justicia para protestar por un aplazo. No, realmente, sería un exceso de imprudencia. No tratemos de modificar el curso del progreso, que durante el siglo XX nos atiborró de maravillas como el zapping. Conformémonos con los humildes paliativos que las universidades están ofreciendo con la mejor buena voluntad. Tal vez logremos detener por unos instantes el feroz progreso tecnológico y ofrecer a los jóvenes un breve oasis temporal para la meditación, sin computadora, sin televisión, sin radio, sin cine, sin rock y hasta sin teléfonos celulares, durante el cual pudieren (futuro imperfecto del subjuntivo, pasado de moda) descubrir un fenómeno mucho más extraordinario: el pensamiento.
JORGE BOSCH
Rector de la Universidad CAECE
Domingo 12 de marzo de 2000. CLARÍN. GUÍA DE ENSEÑANZA 3.
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