Memoria de una dienesiana en las Islas Canarias

Hace más de cincuenta años, en octubre de 1972, Gran Canaria —una de las islas volcánicas que conforman el archipiélago canario en el oceáno Atlántico— recibió la visita de un hombre singular. Zoltan Paul Dienes, matemático y pedagogo húngaro, llegó invitado por los profesores Julián Caparrós y José Martel Moreno a la entonces Escuela Normal de Maestros de Las Palmas. No fue solo una visita simbólica. En un territorio acostumbrado a los movimientos de la tierra, lo que trajo Dienes fue un pequeño terremoto pedagógico: sacudió certezas, abrió grietas fértiles y encendió nuevas formas de pensar la enseñanza.

Durante tres días, Dienes ofreció talleres y seminarios dirigidos a docentes y estudiantes, e incluso involucró a niñas y niños de escuelas locales como la Aneja (hoy CEIP Giner de los Ríos) y María Auxiliadora. Las imágenes de la época lo muestran trabajando en patios escolares, compartiendo juegos con materiales manipulativos, enseñando desde el cuerpo, desde la risa, desde el asombro. Su presencia dejó una huella duradera: en la isla, en la formación docente, y especialmente entre quienes lo escucharon con la mente y el corazón abiertos.

Dienes proponía algo radical, incluso hoy: que la matemática debe sentirse antes que entenderse, vivirse antes que abstraerse. Quería que el aprendizaje fuera una experiencia emocionante, creativa, lúdica. Para lograrlo, diseñó materiales concretos como los bloques multibase y los bloques lógicos, y organizó el proceso de aprendizaje en cuatro fases: manipulación de objetos, representación gráfica, uso de símbolos y automatización. En este blog "eurekiano", que es un placer recorrer, encontrarán muchos artículos al respecto. Este enfoque —que luego influenciaría otros métodos— buscaba que el pensamiento abstracto se construyera desde lo concreto, desde lo vivido.

Su paso por Canarias no fue casual. Lo unía una profunda amistad con José Martel Moreno, un maestro de la didáctica de la matemática que creía, como él, en una educación crítica y sensible. Martel no solo adoptó y adaptó sus ideas: también las expandió. A lo largo del tiempo, las propuestas de Dienes fueron debatidas, reinterpretadas y enriquecidas por distintas generaciones de educadores a lo largo y a lo ancho de todo el mundo. Como toda idea viva, su enfoque no fue una receta cerrada, sino una invitación abierta al juego, la exploración y el pensamiento. Sus materiales —los bloques lógicos— siguen hoy inspirando prácticas que ponen en el centro la curiosidad, la manipulación y el descubrimiento.

Y su legado sigue vivo en todas aulas que se animan a tocar las ideas, en docentes que apuestan por una matemática que se siente antes de formalizarse, y en cada persona que alguna vez comprendió el mundo un poquito mejor gracias al juego.

Yo nací trece años después de aquella visita. No conocí a Dienes, ni a Martel. Pero sí conocí a alguien que me conectó con ellos: Alfredo Palacios, uno de mis grandes maestros. Alfredo me enseñó ( ¡y me sigue enseñando!) a observar con lucidez, con pensamiento riguroso, pero también con amor, contemplación y juego. Es un hombre que sabe leer el mundo en lenguaje matemático y leer el alma con el lenguaje del amor. En sus clases —y en la sala de maestros con café y sus infaltables caramelos de por medio— nunca hubo una dicotomía entre lo exacto y lo sensible. Pensar era también sentir. Alfredo no solo me enseñó ideas: me regaló una forma de pensarlas y construirlas por mí misma. Una forma de estar atenta, de dejarme tocar por lo que me rodea, de encontrar relaciones incluso en lo que parece caótico o pasa desapercibido. Y Alfredo fue un entrañable amigo de Dienes. Lo vivió. Lo integró. Lo expandió. Lo sembró en quienes vinimos después.

Hace unas semanas volví de un viaje por las Islas Canarias. No visité Gran Canaria, sino Lanzarote y Tenerife. Pero la presencia de Dienes en mi paso por el archipiélago me acompañó. Mientras caminaba entre los campos de lava o pisaba la arena negra, se me encendían las preguntas: “¿Cómo habrá mirado él este lugar cuando lo visitó? ¿Qué habrá sentido - o pensado - al ver la geometría de los cráteres, la textura de las piedras, los patrones naturales en la arena, en el mar, en el viento?”

Mientras recorría las playas volcánicas, me encontré jugando mentalmente con los atributos de la arena, como si estuviera con los bloques lógicos de Dienes en mis manos. El atributo color, por ejemplo, podía tomar el valor negro volcánico o dorado. El atributo textura: fina o gruesa. El atributo temperatura: tibia o ardiente. Y de pronto, ese paisaje se convirtió en un sistema de clasificación, en un universo combinatorio. No por frialdad analítica, sino por una forma de estar atenta, de ver más allá.

Eso me dejó Alfredo, y eso buscaba Dienes: que la matemática no se aprendiera para resolver ejercicios, sino para interpretar el mundo. No como una verdad rígida, sino como un juego profundo, con reglas, sí, pero con espacio para la sorpresa.

Y no, no era una forma de reducir la belleza. Era una forma de ampliarla. Porque la magia de educar el pensamiento no enfría el asombro: lo afina.

Mientras jugaba mentalmente con los atributos del paisaje, no sentía que lo estuviera reduciendo a una tabla lógica. Al contrario, entenderlo así era otra forma de contemplarlo. Porque como decía el  Premio Nobel de Física, Richard Feynman: comprender el mundo no arruina su belleza, la multiplica.

Y Dienes lo llevaba al aula con juegos y bloques que enseñaban a ver, no sólo a mirar.

Porque la matemática, cuando nace del asombro, no es una herramienta para domesticar el mundo, sino una forma de habitarlo con más amor y conciencia.

Gracias Alfredo, por enseñarme que las matemáticas pueden ser también una forma de ternura.

Joselina Casarini

Fuentes:

Parte de esta historia y de la visita de Dienes está bellamente documentada en el repositorio de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, que recopila imágenes, anécdotas y materiales de época que vale la pena recorrer.

       Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. (s.f.). El matemático Zoltan Paul Dienes. Repositorio José Martel Moreno. https://josemartelmoreno.ulpgc.es/el_matemtico_zoltan_paul_dienes.html

Para quienes quieran conocer más sobre la vida y legado de José Martel Moreno, la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria ha creado un repositorio profundamente humano y completo. Allí se pueden recorrer sus pasiones, sus aportes a la educación matemática, su vínculo con Zoltan Dienes, y hasta su amor por la poesía, la botánica y la historia de Canarias. Una ventana abierta a un maestro que dejó huella en el archipiélago (y en el mundo de la didáctica de la matemática): https://josemartelmoreno.ulpgc.es/jos_martel_moreno.html.

Imagen de archivo: Presentación de la conferencia impartida por el Dr. Z.P. Dienes en su vista a Las Palmas de Gran Canaria.



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