La Educación. Por Simonne Nicolás


Educar es permitir, por medio de actos concertados, que un ser humano llegue a ser finalmente lo que es. 
Educar es personalizar y es humanizar. Educar es, por consiguiente, conducir a un ser consciente, libre, responsable, al mayor grado posible de lucidez y de verdad, de autonomía y de voluntad, para llenar finalmente su vida de unos bienes que son los bienes propios de los hombres, bienes espirituales, valores ideales; todo ello por medio de unos actos que elijan esos bienes, que los inscriban en la existencia de cada día. Educar, por tanto, es hacer a uno capaz de crear su vida como una obra eminentemente original, tan única como es única la persona. 
La personalidad y la vida personal son por tanto los primeros objetivos de la educación. Pero no son sus fines verdaderos. La vocación de la persona a entregarse a los bienes espirituales le lleva a consagrarse a sí misma y a la vida que ha creado en aras de los mismos. Entre esos bienes ocupa el primer lugar la persona del otro, es decir, el amor. La educación es una obra de amor. Su resultado se alcanza cuando la vida creada se consagra al amor. Para obtener los fines de la educación, habrá que desplegar entonces un genio maravilloso. El mismo que el que se necesita para crear la propia vida. Cada ser requiere una manera especial de ser tratado, puesto que es único. Y hay que pensar en todo lo que es preciso educar: la inteligencia y la sensibilidad, el sentido de los valores espirituales y de la responsabilidad personal, la voluntad, la libertad misma. Por eso son muchas las cosas -todo, en cierta manera- que dependen de la educación. 

Tomado de:  Simonne Nicolás (1991)  Para comprender LA FILOSOFÍANavarra: Editorial Verbo Divino.

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 Nicolás Simonne  nació en Béziers (Francia) en 1920 y enseñó filosofia desde 1948 a adolescentes y a adultos (cursos, conferencias, sesiones).


 
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