En efecto, así como da lo mismo escribir 2 ó +2, y da lo mismo escribir -2 ó + (-2) también
Si bien esta proposición (22) es precisa y verdadera, conviene destacar que vale por definición de rectas secantes, mediante un enunciado como este:
Las rectas r y s se llaman secantes si (23)
tienen un punto común y sólo uno.
Este enunciado es lógicamente inobjetable: está exento de imprecisiones y su forma pone en evidencia que se trata de una definición. Sin embargo no es aún el más conveniente desde el punto de vista conjuntista. En 4.5.1 veremos cómo se lo puede transformar para ubicarlo en un contexto de mayor proyección o vigencia general en la matemática, para lo cual se lo debe encuadrar en el concepto conjuntista general de relación.
2.7.6 Al introducir un lenguaje conjuntista sistemático deben traducirse a él ciertas expresiones habituales. Por ejemplo, para significar que
el punto P pertenece a la recta r (24)
(P ∈ r), suelen usarse expresiones cargadas de contenido físico, tales como:
la recta r pasa por el punto P. (25)
Pueden usarse tales expresiones, pero conviene ir desterrándolas poco a poco para familiarizar al alumno con las estrictas locuciones de la teoría de conjuntos, de uso en todos los casos. En efecto, no es nada habitual decir:
el conjunto {a, b} pasa por el elemento a.
2.7.7 LOS ABUSOS DE LENGUAJE
a. En el ejemplo señalado en 2.7.6 el uso de la locución (25) en lugar de la expresión conjuntista (24) o de la fórmula equivalente
P ∈ r, (26)
no origina ningún riesgo de confusión porque tenemos clara conciencia de que (25) no es más que una forma (sugerida por el acto físico de trazar la recta r) de indicar el enunciado conjuntista (24) o la formula conjuntista (26). Al reemplazar (24) o (26) por el enunciado más próximo al lenguaje ordinario (25) cometemos lo que se llama un "abuso de lenguaje". Tales licencias no entrañan riesgos de confusión mientras seamos plenamente conscientes de que son abusos de lenguaje y sepamos a qué enunciados precisos y formalizados corresponden. Con esta salvedad los abusos de lenguaje son útiles para obtener fluidez, y no puede prescindirse de ellos sin que el lenguaje matemático se haga cada vez más pesado y engorroso.
b. Las consideraciones siguientes, referidas a problemas, ilustran este último aserto.
1°) Consideremos este problema:
Construir un triángulo con vértices A, B, C dados. (27)
Es obvio que si se dan los vértices A, B, C (fig. 10) ya está determinado el triángulo. El problema tiene solución única (si los puntos no están alineados), pero además es tan trivial que sólo por extensión de lenguaje puede llamársele "problema".
2°) Consideremos ahora este otro problema:
Construir un triángulo con lados a, b, c dados. (28)
También es obvio que si se dan los lados a, b, c (fig. 11) ya está determinado o construido el triángulo. El "problema" es también trivial y la solución es única.
3°) Pero es habitual expresar en la forma simplificada (28) el problema siguiente (fig. 12):
Construir un triángulo con lados
congruentes a segmentos a, b, c dados.

Aquí el problema, aunque sencillo, no es trivial. Es realmente un problema de geometría elemental. La figura 12 indica la manera de hallar una solución si ésta existe (lo cual exige una discusión sobre los datos). Si hay una solución, triángulo ABC, entonces hay infinitas soluciones, a saber: todos los triángulos congruentes al triángulo ABC, y sólo ellos.
La secuencia 1-2° 3° sugiere estas reflexiones. El enunciado (27) es absolutamente preciso, y como no hay indicios de que pueda considerarse como abreviatura de otro enunciado, es forzoso tomarlo "al pie de la letra" y concluir que plantea un problema trivial. El enunciado (28) es igualmente preciso y tomado al pie de la letra plantea un problema trivial. Precisamente esta última circunstancia, unida a hábitos de lenguaje arraigados, hace que no sea sensato tomar el enunciado (28) al pie de la letra, sino como una cómoda abreviatura lingüística del enunciado (29), el cual plantea un problema no trivial.
En todo lenguaje matemático se usan con frecuencia abusos de lenguaje sin los cuales -dice Bourbaki- "todo texto matemático corre el riesgo de hacerse pedantesco y aun legible"
2.7.8 LA FORMALIZACIÓN DEL LENGUAJE
Un problema pedagógico delicado es el de conducir al alumno hacia un lenguaje relativamente formalizado, hasta el punto en que dé una razonable seguridad de evitar equívocos. Señalemos la advertencia de Piaget [11] sobre los peligros de caer en un formalismo verbal por demasiado precoz. Un problema grave es la abundancia de formalizaciones aparentes, reveladoras de inmadurez matemática, y que resultan tan pesadas como inútiles o dañinas.
Corregir errores o inconsecuencias de lenguaje requiere tacto y dominio pleno. Es frecuente en los alumnos (con referencia a fig. 7 en 2.3.4) esta expresión:
la recta r pertenece al plano π,
que es no sólo inconveniente sino incorrecta si consideramos -como conviene hacerlo- la recta y el plano como conjuntos de puntos (y no, por ejemplo, el plano reglado). Es esencial conducir al niño a comprender cabalmente que la recta r (que es una figura, o conjunto de puntos) es subconjunto o parte del plano (conjunto de puntos) y a entender y usar con fluidez las expresiones correctas como
la recta r está incluida en el plano π,
o en símbolos
r ⊂ π,
con inclusión ⊂ y no pertenencia ∈.
2.8 Las inconsecuencias habituales
2.8.1 La matemática del siglo XX introdujo no sólo nuevos conceptos sino también un nuevo lenguaje. Este lenguaje creció experimentalmente a impulsos de necesidades internas, y hoy tiene universal aceptación por su probada coherencia y aptitud para expresar los hechos matemáticos en forma concisa y precisa. Pero ha encontrado una tenaz resistencia en la enseñanza, que o bien insiste en aferrarse a un lenguaje obsoleto o, lo que es peor, cae en una caótica mezcla de lenguajes.
2.8.2 Es difícil abandonar hábitos de hondo arraigo, aunque se advierta la conveniencia de hacerlo. Esto tiene especial vigencia para los hábitos mentales. El lenguaje de la vieja teoría euclídea de las magnitudes de innegable alcurnia matemática- está en abierta colisión con el enfoque y el lenguaje conjuntistas, y ha condicionado hasta tal punto nuestros hábitos mentales que una de las mayores dificultades en la implantación de un enfoque conjuntista sistemático es —al menos en el adulto— romper una rutina mental de largo arraigo.
2.8.3 Veamos un ejemplo que por su extrema sencillez puede parecer trivial. En el plano de las generalidades aceptamos sin inconvenientes que la igualdad de dos conjuntos A y B se define (ver 2.6.1) por el par de inclusiones:
A⊂ B, B ⊂ A. (1)
Es decir, los conjuntos A y B son iguales o sea el mismo conjunto, si y sólo si todo elemento de uno cualquiera de ellos pertenece también al otro. Pero entonces,
¿por qué llamar iguales a dos círculos A y B congruentes (fig. 13) de centros diferentes?
¿Acaso no son también
conjuntos (de puntos), y acabamos de decir que para ser iguales deberían cumplir las condiciones
(1), y no las cumplen? Llamar ahora iguales a estos conjuntos es introducir
inútilmente una inconsecuencia y una fuente de confusión. No se trata simplemente de una palabra sino de
una concepción, acorde con la teoría euclidea de las magnitudes pero reñida con el pensamiento conjuntista. Lo mismo ocurre con segmentos, ángulos, triángulos, etc.: se suele decir que el segmento AB es "igual" al CD aunque en verdad no sean "el mismo" segmento, como exige la definición general de igualdad de conjuntos. Posiblemente se desee recalcar con este lenguaje no-conjuntista que tales segmentos son "iguales en cierto aspecto", por ejemplo desde un punto de vista operativo: se los puede llevar a coincidir mediante un movimiento físico. Aparte de que se hace gravitar así un elemento de juicio extramatemático, el lenguaje no es sólo abusivo (lo cual, como vimos en 2.7.7 puede no ser inconveniente), sino que además es
inconsecuente. En efecto, desde el punto de vista conjuntista es fundamental que el alumno confíe en que siempre la igualdad A = B de dos conjuntos se defina por las inclusiones
(1), ¡cualesquiera que sean esos conjuntos!
Volviendo al ejemplo ilustrado en la figura 13, el alumno se ve obligado a admitir que "en este caso especial" es A = B aunque no valgan las inclusiones (1), acaso porque hay que "interpretar" que B es "el mismo" círculo A pero "en otra posición". Pero entonces B no es "en realidad" el "mismo" círculo A: aceptar lo contrario conduce a que un conjunto no vacío puede ser disjunto con "el mismo" conjunto, es decir, ¡disjunto consigo mismo! . ... y ya la confusión es insuperable.
2.8.4 La vieja teoría euclídea de las magnitudes, cuyo lenguaje impregna la matemática tradicional, conduce a que rectas r, s como las de la figura 14, que son iguales:
r = s I ⊂ s y s ⊂ r, (2)
no se llamen iguales (se usan palabras como "coincidentes", "superpuestas", etc.), y para "estos" conjuntos no se escribe r = s (aunque es r ⊂ s y s ⊂ r), sino r ≡ s. Por otra parte, dos segmentos AB y CD lados opuestos de un paralelogramo (fig. 15), que no son iguales AB ≠ CD, pues ni AB ⊂ CD ni CD ⊂ AB, se llaman "iguales". lo mismo que dos segmentos congruentes cualesquiera.
La mezcla de lenguajes obliga a recordar mil reglas misteriosas, como ésta, válida para segmentos y rectas: Dos segmentos congruentes AB y CD se llaman iguales (aunque no sea sea AB ⊂ CD ni CD ⊂ AB), y dos rectas r, s (que son siempre congruentes) nunca se llaman iguales (ni siquiera cuando r ⊂ s y s ⊂ r, fig. 14). Véase también 6.3.3.
2.9 La consecuencia en el enfoque conjuntista
2.9.1 Graduar las dificultades por etapas no significa en modo alguno adoptar un enfoque conjuntista a medias, o un enfoque "cada vez más conjuntista" por emparche progresivo de lo nuevo en lo viejo. Precisamente muchas dificultades y desconciertos que se observan en los procesos de modernización de la enseñanza se deben a que obviamente el enfoque conjuntista no puede adoptarse a medias. Ello lleva a mezclar dos concepciones, e incluso dos lenguajes, incongruentes, y conduce a la imprecisión y al caos. Por ahora solo nos referimos al lenguaje. En el lenguaje mezclado, la definición de igualdad de conjuntos A = B por las inclusiones A⊂ B y B ⊂A vale para conjuntos "cuales quiera" siempre que no sean ni segmentos, triángulos, circulos, esferas... (que se llamarán iguales con sólo ser congruentes), ni rectas, planos... (que nunca se llamarán iguales, aunque cumplan A⊂ B y B ⊂A).
En el lenguaje euclídeo, al que estábamos acostumbrados, se llaman iguales las figuras a la vez congruentes y ligadas a alguna "medida" por ejemplo segmentos congruentes, pero no dos rectas (que son siempre congruentes), ni aun en el caso en que sean la misma recta. Por eso, en la enseñanza con enfoque mezclado (o simplemente sin enfoque consecuente alguno), si después de señalar que la función que asigna a cada triángulo su área no tiene inversa, preguntamos por la función que asigna a cada triángulo equilátero su área, muchos dirán que ésta si tiene inversa, lo cual es obviamente falso. Indagando el origen del error se verá que proviene de considerar a dos triángulos congruentes como "el mismo" triángulo "en dos posiciones" diferentes.
Dice Dieudonné en su informe al Seminario de Royaumont [4]: "Pienso en el día en que este emparchamiento esté superado, y seamos impulsados a una reforma mucho más profunda —salvo que dejemos que la situación se deteriore hasta un punto tal que impida todo progreso ulterior—"
2.9.2 Un enfoque conjuntista consecuente obliga a un contexto expositivo cuidadosamente decantado. Lo que aquí llamamos "contexto expositivo" se obtiene por decantación y ordenamiento del lenguaje intuitivo, lleno de licencias e imprecisiones, con el cual se aborda y explora un concepto nuevo. Es obvio señalar que este lenguaje, impreciso pero maleable y sugestivo, es de fundamental importancia en el trabajo en la clase y preliminar obligado del contexto expositivo.
Tomado de: Trejo, C, A.(1973). El enfoque conjuntista en la enseñanza de la matemática. Buenos Aires: Kapeluz.
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