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SEMBLANZAS. Julio Rey Pastor

  Sabemos que su nombre encabezará dignamente esta  galería de figuras destacadas en el campo matemático. Lo perdimos a don Julio Rey Pastor como presencia corporal el 21 de febrero de 1962; su huella fecunda hace permanente su presencia espiritual. Desde 1917, cuando tenía apenas veintinueve años y era ya nada más ni nada menos que Rey Pastor, estuvo vinculado a nuestros medios docentes y científicos. En esas cuatro décadas produjo valiosa obra escrita y dictó  catedra inigualable, promoviendo estudios  e investigaciones en terreno casi virgen. "Maestro en el arte de enseñar, en el de comprender y en el de luchar y estimar –ha dicho de él Puig Adam– ,  su producción didáctica es modelo de arquitectura funcional; en ella ella parece como si las verdades enunciadas y demostradas, aún conocidas, adquirieran a través de su exposición, nueva luz, sea por la armónica estructura, sea por la novedad audaz de las demostraciones".   Los que nos honramos con hab...

Las causas. Por Jorge Luis Borges


Los ponientes y las generaciones.

Los días y ninguno fue el primero.

La frescura del agua en la garganta

De Adán. El ordenado Paraíso.

El ojo descifrando la tiniebla.

El amor de los lobos en el alba.

La palabra. El hexámetro. El espejo.

La Torre de Babel y la soberbia.

La luna que miraban los caldeos.

Las arenas innúmeras del Ganges.

Chuang-Tzu y la mariposa que lo sueña.

Las manzanas de oro de las islas.

Los pasos del errante laberinto.

El infinito lienzo de Penélope.

El tiempo circular de los estoicos.

La moneda en la boca del que ha muerto.

El peso de la espada en la balanza.

Cada gota de agua en la clepsidra.

Las águilas, los fastos, las legiones.

César en la mañana de Farsalia.

La sombra de las cruces en la tierra.

El ajedrez y el álgebra del persa.

Los rastros de las largas migraciones.

La conquista de reinos por la espada.

La brújula incesante. El mar abierto.

El eco del reloj en la memoria.

El rey ajusticiado por el hacha.

El polvo incalculable que fue ejércitos.

La voz del ruiseñor en Dinamarca.

La escrupulosa línea del calígrafo.

El rostro del suicida en el espejo.

El naipe del tahúr. El oro ávido.

Las formas de la nube en el desierto.

Cada arabesco del calidoscopio.

Cada remordimiento y cada lágrima.

Se precisaron todas esas cosas

Para que nuestras manos se encontraran.

Tomado de: Borges, Jorge Luis. (1977). Historia de la noche. Buenos Aires: Emecé Editores.



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