Matemática y Educación. Por Roger Godement.

 


Aún a riesgo de provocar en algunas personas los sentimientos de horror y consternación que Paolo Uccello ha pintado tan maravillosamente en  Milagro de la hostia profanada, es necesario que manifestemos, porque la cuestión se plantea cada vez más y más, nuestro desacuerdo con las numerosas personalidades que, en la actualidad, piden a los científicos en general y a los matemáticos en particular que formen los miles de técnicos que necesitamos, según parece, para sobrevivir. 

Tal y como están las cosas, nos parece que en las “grandes” naciones superdesarrolladas científica y técnicamente en que vivimos, el primer deber de los matemáticos, y de muchas otras personas, sería proporcionar cosas que no les piden: hombres capaces de reflexionar por sí mismos, de despreciar los argumentos falsos y las frases ambiguas, y a los ojos de los cuales la difusión de la verdad importe mucho más que, por ejemplo, la Televisión planetaria en colores y relieve: Hombres libres, y no tecnócratas-robot. Es tristemente evidente que la mejor manera de formar a estos hombres que nos faltan no es enseñarles ciencias matemáticas y físicas, que son ramas del saber en que lo normal es aparentar que se ignora hasta la existencia misma de los problemas humanos, y a las que nuestras altamente civilizadas sociedades conceden, lo que debería parecer paradójico, el primer lugar. Pero incluso al enseñar Matemática se puede, por lo menos, tratar de dar a las personas el gusto de la libertad y de la crítica, y habituarlas a verse tratadas como seres humanos dotados de la facultad de comprender.


 Godement, R. (1967). Álgebra. Madrid: TECNOS 

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