Ricardo Eliecer Neftalí Reyes

Pablo nuestro que estás en tu Chile. (Atahualpa Yupanqui)

 MAS CERCA DE LA SANGRE QUE DE LA TINTA

Cuando pensamos en Neruda, lo pensamos adosado a la tierra, a los hombres, a las sensaciones y a los problemas de los hombres, con su vida que corre pareja al canto, con su canto que adquiere la dimensión de una enorme ala abierta en uno de cuyos extremos está la muerte y en el otro la vida.

Neruda es vida y poesía. Tensión que se articula y se mueve en las horas y en los días y en los años. Poesía que sale a borbotones, agua pura saltando del corazón, paradigma de amor a la verdad. Poeta más cerca de la sangre que de la tinta, como lo llamó García Lorca.

Esa vitalidad, esa sensación que da la poesía de Neruda de derribar cánones e intelectualismos para exaltar o hilar exclusivamente en lo humano, procede, acaso, de su primer envión, de su primera victoria de vivir. Desde el niño. Desde Parral. Desde aquel Parral germinador de árboles, de mineros y de vientos salíferos.

El 12 de julio de 1904 nace en ese sur de estaciones emigratorias, de inalteradas soledades, de inmenso amable hastío. En su nombre, algo del bereber, del toledano, de la arena sedienta del reconstituyente malvón lleno de sangres vegetales: Ricardo Eliecer Neftali Reyes. Más tarde, en su primera  publicación en el diario "La Mañana" de Temuco, empezará a llamarse Pablo Neruda. El explicará así el cambio: "Yo me firmé Neruda por primera vez a los catorce años. Necesitaba un nombre para que mi padre no viera mis poemas en los periódicos. El le echaba la culpa a mis versos de mis malas notas en matemáticas. Una vez leí un cuento de Jan Neruda que me impresionó muchísimo." Jan Neruda, desconocido entonces, era aquel gran cuentista de la escuela de Praga, precursor de Kafka y Werfel, que relató historias vivas de la gente humilde de los barrios pobres de Praga -consejeros, tenderos, catedráticos, mendigos- en los Cuentos de Malá Strana.

La madre de Neruda, aquella Rosa Neftalí, murió tempranamente, quedó tendida en su infancia como una leve capa de misterio. Acaso, después, reapareció mágicamente en la primera luz de bengala o en la nota musical del otoño. "Era una señora vestida de negro, delgada y pensativa. Me han dicho que escribía versos..." dirá después el poeta.

Su padre se llamaba José del Carmen Reyes. Se hizo ferroviario, maquinista de tren. Tenía la generosidad del campesino, la amistad saltándole de su rostro de bienandanza. Al término del día salía a buscar gente. Fueran amigos o no, comía con ellos en una mesa larga, sobre todo en esos inviernos deshojados del sur, cuando está en orden el afecto y la humildad y el vino. "Mi padre murió en Temuco -cuenta Neruda- porque era un hombre de otros climas. Allí está enterrado en uno de los cementerios más lluviosos del mundo. Fue mal agricultor, mediocre obrero del dique de Talcahuano, pero buen ferroviario. Mi padre fue ferroviario de corazón. Mi madre solía distinguir en la noche, entre los otros trenes, el tren de mi padre que llegaba o salía de la estación de Temuco."Cuando enviudó, se casó en segundas nupcias con Trinidad Candia. Trinidad Candia, describe Neruda," era diligente y dulce, tenía sentido de humor campesino, una bondad activa e infatigable. Apenas llegaba mi padre, ella se transformaba sólo en una sombra como todas las mujeres de entonces y de allá."

Tomado de: De Lellis, Mario Jorge (1957). Pablo Neruda. Buenos Aires: Editorial La Mandrágora.


El poema de Pablo Neruda "28325674549", de Las manos del día, respeta escrupulosamente todas las etapas necesarias para la construcción del concepto de número:

1    Una mano hizo el número,
2    Juntó una piedrecita 
3    con otra,  un trueno
4    con un trueno,
5    un águila caída
6    con otra águila,
7    una flecha con otra
8    en la paciencia del granito
9    una mano
10  hizo dos incisiones, dos heridas,
11  dos surcos: nació el
12  número.

13  Creció el número dos y luego
14  el cuatro:
15  fueron saliendo todos
16  de una mano,
17  el cinco, el seis
18  el siete,
19  el ocho, el nueve, el cero
20  como huevos perpetuos

21  de un ave
22  dura
23  como la piedra,
24  que puso tantos números
25  sin gastarse, y adentro
26  del número otro numero
27  y otro adentro del otro,
28  prolíferos, fecundos, 
29  amargos, antagónicos,
30  numerando, 
31  creciendo
32  en las montañas, en los intestinos,
33  en los jardines, en los subterráneos, 
34  cayendo de los libros, 
35  volando sobre Kansas y Morelia, 
36  cubriéndonos, cegándonos, matándonos
37 desde las mesas, desde los bolsillos,
38  los números, los números,
39  los números

Tomado de Neruda, P. (1968). Las manos del día. Buenos Aires: Losada. 

►Ensaye distinguir los bloques de versos que corresponderían a las sucesivas etapas en el surgimiento de la noción del número natural.

►Repare en el siguiente pasaje del diálogo La matemática , que Rényi pone en boca de Sócrates : a la pregunta de Sócrates: "¿Estoy en lo cierto al decir que podemos contar las ovejas acá en el prado o los barcos en el puerto de Pireo", responde Hipócrates: "Si, podemos". La respuesta es afirmativa porque el proceso de contar ovejas es el mismo de contar los barcos. Esto significa que contar no tiene nada que ver ni con las ovejas ni con los barcos, pero que, a pesar de ello, resulta aplicable a ambos. ¿Por qué? Como auxilio para su respuesta, transcribimos el siguiente pasaje de Uno y el universo, de Ernesto Sábato:

Tres pirámides y tres panteras no tienen casi nada de común: aquéllas son inertes, geométricas, no se reproducen, no tienen garras, no son cuadrúpedos ni carnívoros. Y sin embargo, entre ambos grupos hay un núcleo idéntico que queda cuando todos los caracteres físicos han sido descartados: la trinidad de los dos grupos. 

Concepto de número. El número es una abstracción. Los números no tienen existencia real como la de los objetos: son propiedades relativas a conjuntos de objetos, no a los objetos mismos. Así, la propiedad designada por el vocablo dos no podrá ser aplicada a objetos definidos, sino solamente a los conjuntos de tales objetos. Ha descrito Bertrand Russell:

Han sido necesarios muchos años para descubrir que una pareja de faisanes y un par de días no eran ambos más que ejemplos del número dos. 

Entre el mundo de los objetos y el de los números, existe, pues, uno intermedio: el mundo de los conjuntos. Jamás se repetirá lo bastante que el número no es una cosa, sino una propiedad, como la curvatura de las curvas, la oscuridad de la noche o el sonrosado de las mejillas, propiedades que no constituyen ni objetos reales ni sucesos. En efecto: la curvatura de una curva no es la curva misma; la oscuridad de la noche no es la noche misma... Se trata de propiedades que no existen concretamente. Del mismo modo, los números (seis, quince, cuarenta...) son propiedades de conjuntos de elementos a los cuales hacen referencia. 

El proceso de contar. El concepto antes enunciado es el de número cardinal. El número cardinal está basado sobre el principio de correspondencia y no implica la acción de contar. El proceso de contar presupone la capacidad humana de clasificar varias percepciones subordinadas a la misma mente y dar a cada clase un nombre; presupone la capacidad de aparear dos con juntos, elemento por elemento, y asociar esos conjuntos con el nombre de un número, el cual no es más que el modelo de una pluralidad dada; presupone la capacidad de ordenar esos modelos en una sucesión y elaborar una sintaxis que nos permita una extensión indefinida de esas palabras-número. En resumen: el proceso de contar postula la existencia de un lenguaje, el cual es una institución que va más allá de la realidad subjetiva, es decir, del conjunto de todas las impresiones sensitivas de un individuo. 

Tomado de: Ferrero, J. M. y Palacios, A.R. (1986) . Hacia el diálogo codisciplinario. Buenos Aires: Gram Editora.


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